martes, 21 de octubre de 2008

Cuestión de geometria y perspectiva

Vivo sobre una curva. Una curva en pendiente que culmina la ascensión desde el valle hasta el límite del pueblo, con su cuesta arriba y su cuesta abajo. Creo que es el mejor lugar donde ahora mismo podría vivir, pues dado que nuestra existencia transcurre básicamente en la bidimensionalidad ( poco es el tiempo que podemos pasar volando o ingrávidos bien en el océano o el espacio), las posibilidades geométricas que una curva con pendiente ofrece para orientar tu vida, son difíciles de superar.

Pero antes he vivido en otros espacios geométricos.
Desde mi infancia hasta los veintitantos, he vivido en un rectángulo, uno de esos tantos, variados e interconectados que componen las plazas de los barrios, del inmenso tapiz poligonal que supone una ciudad como Madrid. Rectángulos con una rica vida interior, casi autónomos e independientes, pero con pequeñas aberturas al exterior, conformándose en miles de unidades superiores, que ensambladas, interconectadas por intrincadas redes, no cesan de expandir los bordes de lados casi infinitos de la ciudad. Que mejor espacio para forjar el carácter, la personalidad, las relaciones, la diversidad, la autonomía y si tienes mi suerte, la liberación emigradora a tiempo, a las antípodas geométricas del axfisiante mosaico.

He vivido sobre una línea. He vivido frente a la línea del horizonte donde cielo y mar se funden y te rodean, colgado de las abruptas laderas volcánicas de Canarias. Asomado al balcón del océano infinito, omnipresente, he podido extenderme y extenderme y extenderme sin límites desde el confinamiento de la gran ciudad, hasta la vastedad de aparentes espacios infinitos que confinan la roca volcánica. Y así fui muy feliz hasta la nadedad, hasta casi acabar convertido en una fina línea, casi en nada.

Y entonces regresé para vivir en un cubo, con la montaña a mi espalda y el horizonte azulado del mar, visible con solo alzar la vista. Y viví en un cubo, adosado a otros cubos. Cubos estándar, esos que nos enseñan a desear desde muy pronto en el "juego de la sociedad del bienestar", con un pequeño jardín estándar, espacio estándar para aparcar un par de coches, un buen perro, al menos 2 hijos y muchos años por delante para poder pagarlo. Y jugamos al "juego de la sociedad del bienestar"e incluso fuimos felices durante un tiempo en nuestro cubo adosado, al que llamamos hogar, hasta que un día comprendimos que habíamos perdido el juego. Y fuimos muy desdichados y abandonamos el cubo con el tiempo, yo primero, ellos después, intentando encerrar en el nuestra desdicha. Y ellos volvieron a la poligonal inmensidad de la gran ciudad. Y decidí no jugar jamás al "juego de la sociedad del bienestar". No desearía jamás vivir en cubos adosados o tener hijos, perros o gatos, pues no podría soportar de nuevo perderlos.

Y viví un tiempo en un inmenso prisma. En un prisma vives estratificado, vives sobre algunos y bajo otros. Nosotros vivíamos cerca del cielo, en unos de los estratos más altos del inmenso prisma y como supongo sería el cielo de existir, vivimos muy felices y a la vez yo, muy desdichado, pues ya mi desdicha se había convertido en crónica.

Y dejamos el inmenso prisma para vivir de nuevo en un cuboide, que llegó a ser parecido a un hogaroide y continuamos siendo felices a pesar de mi desdicha crónica, que al menos es ya tolerable . Pero me temo que sin darnos cuenta, jugamos de nuevo al "juego", creo que sin querer, porque es muy difícil no acabar jugando. Y yo no puedo jugar ya más.

Y por eso ahora vivo solo sobre una curva. La curva me ofrece dos caminos, subir a remontar y rehacer el viaje geométrico de mi vida o bajar lanzado a descubrir nuevas sendas y espacios geométricos habitables. También puedo quedarme un tiempo viendo pasar arriba y abajo a otros.

Por cierto esta es la chica de la curva, pero no nos conocemos y su curva y su historia es otra y no tiene que ver nada conmigo.


4 comentarios:

Nutria dijo...

Cualquiera de las dos posibilidades puede ser interesante. Seguramente ambas lo sean. Ninguna decisión es caertada ni equivocada al 100%... y además, no siempre hay prisa por tomarlas.

Lo siento: sin darme cuenta he hablado dogmáticamente y esto, como todo lo que pueda salir de mis dedos, es sólo mi punto de vista.

Eh, me gusta este blog. Te enlazo.

Serfi dijo...

No, prisa no hay. Ahora estoy bien en mi curva. Bueno va por ratos.
Me gusta tu punto de vista..

magopepo dijo...

Hola serfi, muy buenas.

Ayer subí con la bici hasta tu curva, paré un instante a tomar aire, a recuperarme un poco del esfuerzo y seguí un rato. Luego pasé de nuevo por delante, ya cuesta abajo, disfrutando del premio.

Al rato me senté en un banco en la plaza de Altea, frente al mirador, y una violinista rubia recompuso mis neuronas, al menos lo suficiente para que las tres cervezas que seguían no me resultasen especialmente amargas.

Un abrazo, amigo, un fuerte abrazo.

Serfi dijo...

Te aseguro que cuando me lo contaste, sana envidia senti por unos momentos aunque enseguida comprendí, que ese rato era solo para ti.
Me es dificil imaginarte con las neuronas descompestas...